Solatz #20. Ser medido por la naturaleza.
Hace tiempo que siento cierta necesidad de ser medido por la naturaleza.
Que sean el entorno, el hábitat, la materia y/o el cosmos los que juzguen mis acciones, en contraposición a que lo haga una hoja de cálculo, un algoritmo, un modelo tributario, el que viene por la izquierda o el que viene por la derecha.
El que viene por la izquierda te juzga todo el rato porque no pagas suficientes impuestos, te quedas demasiado para ti, y das más a los demás. El que viene por la derecha te pone pegas porque no has estudiado aquí o allá, porque te falta un MBA, porque no sabes tal o cual programa o lenguaje, o porque has cambiado demasiado de trabajo y (sí, al mismo tiempo), te faltan experiencias enriquecedoras.
Decía que siento cierta necesidad de ser mensurado por la naturaleza, pero es sólo una intuición, así es que llevo un tiempo intentando entender un poco qué es ser medido por la naturaleza.
Esto es lo que yo he sacado. Me gustaría que me dijeses qué te parece, y si crees que falta o sobra algo. :)
Ser medido por la naturaleza
A la naturaleza no le interesa el trimestre pasado o el trimestre que viene, ni lo que publicas en redes, ni lo que has estudiado, ni lo que has facturado, ni si has presentado el modelo tributario, ni la proyección a 3 años de tus escenarios optimista, conservador y pesimista; y esto, así de primeras, ya es bastante liberador.
A la naturaleza no le importa quién eres, o quién crees que eres, o el personaje que te hayas montado. No le importa si eres petulante, presuntuoso o soberbio. Tampoco que seas dócil, apagado o sumiso. No es necesario ser original ni pasar desapercibido. Y esto, salvo que necesites ser protagonista y/o des demasiada importancia a tu personalidad, es también muy liberador.
La naturaleza, a nivel macro, responde en lustros o en décadas y esto también es muy liberador. Y a nivel micro, el entorno, el terreno y sus elementos, te pide acción casi inmediata. No hay tiempo ni espacio para presentar el plan a un comité. Si no se procede con las labores se pierde el ritmo de las estaciones, haciendo que el trabajo sea menos fructuoso, o teniendo que esperar al año que siguiente.
En la naturaleza se está en continuo movimiento y con los 6 sentidos (vista, oído, olfato, gusto, tacto, y un sexto sentido que sería una mezcla bien agitada de memoria, intuición, conciencia y experiencia), frente a la estanqueidad que ofrecen las oficinas.
La naturaleza te conecta con el hacer, con la práctica repetida y con aquella dimensión del tiempo que permite afinar el gesto. Se establece relación con las herramientas y los materiales, se abandona el punto de vista del consumidor para adoptar el de productor y se pasa a pensar en términos concretos que están alejados de las asociaciones imaginarias habituales en el marketing.
La naturaleza permite establecer lazos entre el pasado y el futuro, desbrozando el camino del largo plazo frente a lo instantáneo.
Por supuesto, todo esto no son axiomas indiscutibles, son solo reflexiones que brotan intentando andar el camino hacia una libertad más amplia.
No trato de convencer a nadie, ni siquiera a mi mismo, de lo mal que se vive en la ciudad o de lo bello que es vivir en el campo. No pretendo un éxodo al pueblo, ni convencer a nadie de nada, pero sí que creo que esa angustia, asfixia y hastío que tantas personas llevan consigo a diario se aliviaría si pasásemos a ser medidos (aunque sea un poco más que ahora) por la naturaleza, por sus ritmos y sus ciclos. Y considero que se puede hacer viviendo en la ciudad.
Escribiendo esto me he acordado del director de cine Oliver Laxe. Le mencioné en el Solatz #6 y me ha gustado mucho releerlo. Igual te gusta a ti también.
A menudo dudo de si estas cosas comentadas aquí son chorradas sin sentido, pero luego leo a otras expresándose en líneas similares y que me quedo más tranquilo.