Solatz #19. Deconstrucción - «Desetiquetación»
Es trabajo para toda la vida: borrar, eliminar y quitar piezas del personaje que somos, y elegir, decidir y añadir pedacitos del personaje que queremos ser.
Long time no see, my friends.
El asunto principal de este canal sigue siendo la libertad en su forma más amplia, en su versión total. Han pasado 7 meses desde el último Solatz. ¿Eres más libre o menos libre que entonces?. Te dejo hacer repaso de todo lo que ha ocurrido en estos meses antes de responder.
Por mi parte, este es uno de los asuntos relacionados con la libertad en los que he pensado, y he conversado, estos meses.
Deconstruir-te - «Desetiquetar-te»
Asunto recurrente en el camino de la libertad, aunque muchos pretendan evitarlo, y uno de los elementos del zen, o de la filosofía zen, con los que más en sintonía me siento.
Es la parte que habla de la disolución del ego, aunque reconozco que el término no termina de convencerme. Me resulta más apetecible hablar de deconstrucción, de «desetiquetación» y, en ciertos momentos, de autodestrucción.
Me fascina dejar de ser algo hasta no ser nada, deshacer mi impronta hasta no dejar huella, destruir el personaje que soy, ya sea por elección propia o por presión externa (familia, amigos, sociedad, vertedero político, el club de ajedrez o cualquier otro club) hasta conseguir no perturbar el entorno, no emitir ruido y no poder ser encasillado.
Me seduce sobremanera el “leave no trace” 1 del festival Burning Man, de la misma forma que me ensombrece el alma en extremo cualquier actitud opuesta, que suele estar dirigida, aquí sí, por un ego deformado y/o por falta de consciencia.
Qué tremenda señal de respeto es vivir de forma que nadie sepa que has estado ahí; pero este mundo no funciona así. Vivimos subidos en hombros de gigantes 2 y es necesario encontrar el equilibrio. Este es, para mí, el verdadero ying-yang de nuestro tiempo.
Vuelvo a la deconstrucción o «desetiquetación» y me viene a la mente la poderosa escena final del documental Jim & Andy de Jim Carrey 3. Tienes que verla porque sigue siendo la misma maldita historia (la familia, las banderas, la profesión, lo que debes ser y lo que no debes ser) a la que se le ha añadido una gigantesca cucharada sopera de canales de comunicación y algoritmos digitales.
Mala mezcla hacen lo de quitarse etiquetas y esta economía de la producción, de la comunicación constante y del autobombo en la que vivimos. Mala no, horrible mezcla.
Resulta que llevamos una década pasando nuestra vida a canales de comunicación digitales, y ya no somos solamente personas tangibles, tocables y abrazables, ahora somos, cada vez más, un perfil en Instagram, un usuario de Twitter y/o un número en WhatsApp. Para la gran mayoría de nuestros contactos ya no somos, simplemente, Víctor, Patrizia, Amanda o Jaime. Ahora somos el Víctor, Patrizia, Amanda o Jaime que seamos capaces de transmitir con toda la ausencia de matices y tonalidades que se pierden a través de una aplicación de mensajería, más una capa de información que llega a través de un identificador que empieza con @.
Hemos reducido la comunicación de alta resolución que se produce en tiempo real, para pasar cada vez más horas comunicando en Twitter, Instagram o WhatsApp. Hemos dejado de ser nosotros para pasar a ser algo etéreo, seres deconstruidos, un mejunje deformado hecho de fotos, stories, tuits furiosos de pocos caracteres y frases cortas dentro de una app con predominancia del color verde.
Canales de comunicación pobres, con una buena cantidad de publicidad entre medias, y algoritmos enriquecidos, y dirigidos, que deciden qué leemos, qué vemos y qué escuchamos. Y si los canales son pobres y los algoritmos deciden qué leemos, qué vemos y qué escuchamos, es lógico pensar que el personaje que creemos haber construido, las etiquetas que pensamos que nos definen, lo que comunicamos, y cómo lo comunicamos, están influenciadas por esos canales pobres y ese algoritmo dirigido.
Entonces, te lanzo la pregunta: ¿quiénes somos de verdad?, ¿lo que nosotros consideramos que somos, o lo que los demás ven de nosotros en los canales digitales?
Yo, desde la idea de libertad, quiero elegir quién soy la mayor parte del tiempo posible, y un algoritmo programado en California, o en Pekín 4 no me va a ayudar en eso, porque los dueños de la interné sólo piensan en monetizarnos hasta el último pixel de pantalla y no se puede maximizar la monetización si se deja al personal actuar libremente.
Deconstruir-nos
Hay una segunda derivada de este tema que merece mención. Estos canales que comentamos están totalmente orientados al individuo, para ser altavoz de lo buenos que somos o las cosas que hacemos, y no están pensados para los equipos, las tribus, los colectivos o las comunidades.
Y siento decirte que no hay futuro cercano sin la colaboración o la cooperación, y que ciertas cotas de libertad, que seguramente quieras alcanzar, sólo son posibles si aprendemos a vivir en comunidad. Y no hay que ser muy lumbreras para percatarse de que se nos está olvidando vivir en comunidad.
Esta visión de tribu o colectivo es inexistente en la parte digital de nuestras vidas, queda poco de ella en las ciudades y algo permanece, y ahí está nuestra esperanza, en los pueblos y en el mundo rural. Esto no es una idealización de la vida en el campo, que como todo en esta vida tiene sus pros y sus contras, es simplemente una señal de dónde ir a buscar si queremos recuperarla.
Deconstruir-me
Hace unos días un amigo me dijo: “tú nunca hablas de ti mismo”, y sentí alivio y tranquilidad por ir por el camino elegido, con sus tramos cuesta abajo y sus tramos cuesta arriba.
Me despido esperando que este texto te sirva de inspiración para seguir buscando, practicando e incrementando tu libertad y la de los que te rodean, y animándote a responderme con tus experiencias, preguntas o lo que sea que te genere este tema de la deconstrucción y las etiquetas.
¡Hasta la próxima!, que espero que sean antes de 7 meses.