Me pregunto en qué momento nos desconectamos del entorno y empezamos a tomar decisiones pensando que las repercusiones y los efectos de segundo orden se desvanecerían a los pocos días.
Supongo que en el mismo momento en que algún terapeuta dijo que es imprescindible expresar nuestras necesidades y nuestro ego oyó “haz lo que te salga del toto”.
Vivimos como si fuéramos elementos estancos, ajenos a todo lo que ocurre fuera. Creemos que nuestras decisiones son aisladas, que no afectan a las personas que nos rodean, y que no modifican el entorno. Un deseo, una necesidad, una pulsión; se nos pasan por la cabeza y allá que nos lanzamos, creyéndonos con el control total de las reacciones en cadena que todo acto libera.
Hace cientos de años, antes de la revolución industrial del ruido, ¿entendíamos nuestro lugar en el ecosistema, teníamos relación con la naturaleza y nos comunicábamos con los otros elementos?
¿Será el exceso del ruido el que bloquea toda la información que nos mandan el resto de elementos del ecosistema, provocando que acabemos escuchando sólo nuestro traumatizado y miedoso yo interior?
Cuenta Marina Abramović en su biografía, que unas semanas viviendo con los aborígenes australianos le bastaron para recuperar esta relación. Dice que llegó, incluso, a poder comunicarse telepáticamente con ellos, como ellos hacen habitualmente. Marina es un ser especial. A saber qué fue lo que vivió.
En abril de 1991, Marina escribe, desde Brasil, una carta a su hermano, al que lleva años sin ver. Le cuenta que, tras muchos eventos de difícil comprensión, por fin tiene clara cuál es su labor como artista. Marina tiene 45 años cuando escribe esta carta.
Mi primer pensamiento ha sido optimista. Si Marina se encontró a los 45, nunca es tarde para que los demás nos encontremos, y averigüemos qué es lo que nos guía. Al rato he pensado que si Marina, con todo lo que había vivido a sus 45, tardó tanto en encontrar su lugar en el mundo, los demás no podemos esperar encontrarnos hasta los 80, o quizás un instante antes de la muerte. Si el mundo es dual, Marina también lo es. ¿Voy tarde o tengo tiempo? Ambas maneras son ciertas.
De hecho, ni siquiera sabemos si tenemos que buscar nada. Otra dualidad: buscar o no buscar.
Pero ya he leído mucho a Marina y he visto suficiente mundo como para saber que todo consiste en la historia que nos contemos. ¿Quieres tener un sitio en el mundo? ¿Crees que debes encontrar una guía, un deber, un camino, una trayectoria, un significado a tu existencia? Pues constrúyetelo y créetelo. Ahí tienes tu dios.
¿Existe Dios? Si tú quieres sí, si no quieres no. ¿No son esto mismo las sectas y las religiones?
Si te proporciona más libertad, o una libertad diferente, seguramente esté bien, seguramente ese sea el camino, pero anótate intentar hacerlo sin fastidiar, por el camino, la libertad de los demás. O, bueno, haz lo que buenamente puedas. Realmente no sabemos cuáles de nuestros comportamientos van a significar más libertad para los que nos rodean. Otra dualidad.
En esta carta, Marina le habla a su hermano de la iluminación, del uso de algunos minerales (aquí empieza a obsesionarse con el cuarzo) para limpiarse y transformarse y de la verdadera naturaleza de algunas civilizaciones antiguas. Pero lo más interesante para mí es cuando le cuenta que, a pesar de tener la sensación de haber ido perdida estos 45 años, una fuerza interior desconocida la empujaba a ir en búsqueda de esos elementos del planeta poseedores de sabiduría y conocimiento ancestrales. Para ella: las tribus aborígenes, monjes tibetanos, iluminados en la India o la médium que solía visitar en Belgrado.
Y esto me parece muy importante, y digno de copiar.
Hay muchas personas perdidas, desesperanzadas, desoladas, tristes… En caso de sentirse perdido, el camino siempre continúa buscando el encuentro con esos personajes que para nosotros están iluminados, que no tienen por qué ser monjes, chamanes o tribus.
En mi caso, uno de estos personajes es Marina Abramović. Cuando siento que estoy perdido, tarde o temprano acabo cayendo en alguno de sus trabajos.
Otros lugares de iluminación para mí, son la naturaleza, la generosidad, la honestidad y la práctica del movement, aunque en realidad estos dos últimos caen dentro de las dos primeras.
La naturaleza, estoy convencido, siempre está ahí para nosotros, y siempre somos bienvenidos a la naturaleza. Si la respetamos, la naturaleza nos respetará a nosotros, pero con cautela. Los humanos abandonamos la naturaleza hace mucho tiempo y hemos perdido sensibilidad, que no es otra cosa que un entendimiento pobre de lo que significa respetar la naturaleza.
La generosidad está en todas partes, pero nunca se expresa como esperamos. Si pedimos y permanecemos completamente abiertos, recibiremos. Pero antes de pedir, siempre dar. La generosidad siempre se piensa en primera persona. El egoísmo también está en todas partes, pero en menor cantidad, y nos cruzamos con él porque es necesario aprender una lección.
Y termino con un gesto de honestidad. En realidad, ¿qué sé yo?. Quizás esta es la historia que yo me quiero contar, y ni la naturaleza, ni la generosidad, ni ir al encuentro de fuentes de iluminación y conocimiento son importantes.
Quizás lo importante es producir más cosas, ingresar más dinero, ganar siempre al de enfrente en lo que sea, hacer siempre lo que te apetezca sin que importe lo que pase con el entorno y las personas.
Quizás no hay otra opción y lo hacemos lo mejor que podemos.
Reconectar con la atención del primer orden o disfrutar de la brisa en la cara, pueden ser una bonita y efímera religión compartida sin compromiso.